El recital arrancó con Los Orfebres y para mi sorpresa Minimal estaba bastante flaco y pelando un bigote shaolin... lo que no es sorpresa es que el tipo sea un copado y que la banda haga semejante despliegue de potencia, que te entra por los oídos pero sobre todo te atravieza la cabeza y es un disfrute maravilloso, más cuando te pasan por las manos vasos de cerveza y de ferné. La lista estuvo plagada de canciones clásicas que alentaban a la gente a hacer coro de borrachos, mientras algunos cerrabamos los ojos y sacudiamos la cabeza la ritmo de un baile espasmódico, como si lo que estuviese enchufado a 220 fueran nuestros cuerpos y no las guitarras.
Pero otra cosa linda que tiene ver a Pez en un lugar con tufo a antro como Santana Bar es la cercanía que tienen banda y público, y el margen que eso da para que Minimal te escuche cuando le gritas que no se entiende lo que canta, y acto seguido invite a un pibe del público a cantar la siguiente canción, o que responda al grito de "Ariel, solo se trata de vivir!" tocando un pedacito del tema de Lito Nebia y dejandonos a todos encantados.
En fin, una noche hermosa coronada por la presencia de una amiga, aunque manchada por la ausencia de otro que enfermo el día del recital y al que le deseamos una pronta recuperación y sobre todo que no se trate de la Gripe A, porque no nos gustaría nada tener que incinerarlo cuando llegue el momento de hacer la purificación de la especie.
Lo último: estuve bastante vago con las fotos, aunque la verdad es que estaba bastante contento sacudiendo la cabeza con el bailecito espasmódico, y no quería cortar el mambo. Solo les dejo este retrato de dos gestores culturales, momentos previos a partir, abriendose paso entre la noche
repleta de hormonas adolescentes de Ramos Mejia
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